Prevención activa del suicidio
Una mirada integral de la conducta suicida en España
Resumen C
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Relevancia
La conducta suicida es uno de los problemas de salud pública más desafiantes para el entendimiento humano y la explicación científica. En 2022 (último año con cifras oficiales definitivas publicadas), España registró el récord de 4.227 muertes por esta causa, convirtiéndola en la principal causa de muerte externa. Las cifras estimadas de intentos de suicidio llegan a multiplicar por 20 este número.
El drama e impacto que supone es innegable. Genera un profundo sufrimiento individual que se extiende a familiares y allegados, y es exacerbado por el estigma que aún hoy arrastra la conducta suicida. De hecho, los expertos señalan que, en la mayoría de los casos, las personas no buscan acabar con su vida, sino con su sufrimiento. Además, el fenómeno repercute y tiene implicaciones a múltiples niveles, incluyendo aspectos sanitarios, económicos, laborales o educativos, entre otros muchos.
En contra de lo que se pueda pensar, la comunidad experta destaca que se trata de un fenómeno prevenible. En España, la prevención de la conducta suicida aún requiere avances significativos y puede reforzarse mediante la aplicación del conocimiento existente y la evaluación de las acciones desarrolladas.
Este informe ofrece una visión integral de la conducta suicida para mejorar el conocimiento sobre el fenómeno, las principales barreras existentes para su prevención en el contexto español y la evidencia científica disponible que puede ayudar a solventarlas.
Entender la conducta suicida
El manejo y prevención de la conducta suicida requiere primero ahondar en su comprensión.
La conducta suicida va más allá de la muerte por esta causa e incluye un amplio conjunto de pensamientos y comportamientos relacionado con quitarse intencionadamente la vida. Los primeros incluyen los deseos de muerte o la ideación suicida, entre otros. Los segundos abarcan la comunicación sobre intenciones o planes para quitarse la vida, y los actos suicidas. Estos últimos, además de la muerte por suicidio, diferencian el intento de suicidio y la autolesión, que puede o no incluir intención suicida. Los pensamientos y comportamientos señalados no necesariamente se producen de forma lineal y un intento puede darse sin que exista apenas ideación o comunicación. En España, actualmente, solo existen datos oficiales de muertes por suicidio. Además, no hay estimaciones precisas sobre otros aspectos relacionados, como el impacto socioeconómico del fenómeno.
Existen disensos teóricos y aún no se comprenden completamente cómo emergen y cuáles son los procesos y factores que implican el paso de unas manifestaciones a otras. La conducta suicida es multifactorial, heterogénea y dinámica: convergen factores individuales, familiares y sociales por lo que se asume que el suicidio no se produce por una única razón. Además, estas razones son diferentes para cada persona y varían con el tiempo. Por ejemplo, los pensamientos suicidas pueden variar en horas, detonarse ante situaciones concretas, etc. Los datos en España reflejan que la mortalidad varía con la edad y otros muchos factores (el sexo, el área geográfica, nivel económico, etc.). Cualquier explicación simplista o unicausal del suicidio es necesariamente reduccionista y, por tanto, debe ser rechazada.
La evidencia señala que se trata de un fenómeno en el que interaccionan factores psicológicos, biológicos y sociales, lo que incluye aspectos culturales, educativos, políticos, económicos o laborales, entre otros muchos. Aunque son muchos los factores relacionados en la bibliografía especializada, es importante recalcar que no se trata de mecanismos causales de la conducta suicida y su capacidad predictiva es muy limitada: no explican con precisión por qué algunas personas se suicidan y otras, que pueden presentar los mismos factores, no.
Por todo ello, el abordaje de la conducta suicida requiere un enfoque holístico y multisectorial que, además, permita poner el foco en la persona, su contexto y su situación vital. Así, prevenirla puede entenderse, como prevenir y reducir el sufrimiento y mejorar la calidad de vida en todos los ámbitos. Se trata de proporcionar los recursos individuales y sociales necesarios para que las personas en crisis puedan enfrentar los problemas y dilemas que sus vidas les presentan. Por lo tanto, la prevención de la conducta suicida requiere un enfoque comunitario y general que no se limita al ámbito de la salud. Incluye, entre otros, sectores como educación, economía, derechos sociales, igualdad o vivienda, y otros sectores o agentes con un papel activo en la prevención como los medios de comunicación o la sociedad civil.
En el foco: barreras e intervenciones basadas en evidencia
La comunidad experta señala que la prevención de la conducta suicida enfrenta múltiples desafíos en el contexto español. Destaca la necesidad de combatir el estigma y los mitos, ya que invisibilizan el problema, aumentan el sufrimiento y dificultan la búsqueda de ayuda. La sensibilización, empatía y apoyo social e institucional y la formación son clave para salvar vidas. Ampliar y mejorar la recopilación de datos, más allá de la mortalidad, es otro aspecto de gran importancia. Puede, junto con la dotación de recursos adecuados, permitir una definición de objetivos más precisa y una evaluación a medio y largo plazo. Los avances quedan también condicionados ante la necesidad de personal especializado, formado en conducta suicida, en todos los ámbitos relacionados. También se requiere una mayor dotación de recursos económicos y herramientas administrativas de carácter nacional que faciliten la implementación, la coordinación y la ejecución de las estrategias.
La complejidad de la conducta suicida es otra barrera importante. Dificulta la prevención, al no existir un único objetivo claro para el tratamiento y la prevención. Se relaciona con la falta de herramientas clínicas eficaces para predecir el quién y el cuándo. Por todo ello, es necesario que la prevención combine medidas universales, dirigidas al conjunto de la población, así como selectivas, para grupos de población vulnerables, e indicadas, dedicadas a personas que muestran conducta suicida en cualquiera de sus formas. Igualmente, requiere incorporar el cuidado de familiares y allegados de las personas que han fallecido por suicidio para que puedan disponer del apoyo y recursos necesarios, lo que se conoce como posvención.
Las medidas universales consideradas más efectivas incluyen la restricción de medios letales y los programas escolares de prevención. Aunque aún se necesita más evidencia para evaluar su eficacia, también se recomiendan la formación y la comunicación responsable en medios de comunicación, la sensibilización ciudadana y la implantación de líneas de ayuda telefónicas y en internet.
Las intervenciones selectivas se dirigen a grupos vulnerables, como personas mayores, profesionales como sanitarios, militares o policías, grupos en riesgo de exclusión social (personas sin hogar, LGTBIQ+, población reclusa, etc.), víctimas de violencia, personas con enfermedades crónicas o trastornos mentales, y quienes sufren adicciones. La formación de guardianes o “gatekeepers”, para reconocer a personas en riesgo en contextos específicos y conectarlas con los servicios de ayuda, se considera una de las estrategias más efectivas en la prevención selectiva, aunque aún requiere de más estudios.
En el caso de personas que ya muestran conductas suicidas, las acciones indicadas que cuentan con una mayor eficacia reconocida son el uso de tratamientos psicológicos y farmacológicos con eficacia probada científicamente y la continuidad en la cadena asistencial. Las sigue el seguimiento de las personas en riesgo, por ejemplo, a través de las denominadas intervenciones breves. El enfoque terapéutico para la mejora de los procesos de evaluación y la formación en conducta suicida son también recomendables, aunque el nivel de evidencia en torno a ellas es algo menor. La última está indicada para todo el personal sanitario, incluido personal de salud mental, y todos los intervinientes en situación de crisis (sanitarios, cuerpos de bomberos o policía, etc.). Las nuevas tecnologías, como internet, la inteligencia artificial o dispositivos móviles, pueden también favorecer la evaluación de la conducta suicida y su prevención en el medio-largo plazo.
Horizonte
La comunidad experta subraya que, ante la complejidad del fenómeno, son necesarias herramientas de gestión que permitan actuar de forma multisectorial y coordinada. Por ello, señalan especialmente la necesidad de una norma o estrategia específica de nivel nacional que incluya una visión: multidimensional (a nivel universal, selectivo e indicado), integral (abarcando las distintas formas de la conducta suicida), multifactorial (que involucre a todos los sectores relacionados y actúe a nivel de gobierno o transversalmente), independiente (autonomía y recursos propios) y basada en la evidencia científica. Existen modelos en países de nuestro entorno y estudios sobre el tipo de estrategias y su efectividad. Su desarrollo requiere, además, de la participación y colaboración de todos los agentes involucrados: poderes públicos, personal experto e investigador, empresas, medios de comunicación, educadores, cualquier otro sector relacionado y la participación social. Cada persona puede reflexionar sobre cómo, desde su ámbito personal o profesional, puede reducir el sufrimiento, fortalecer vínculos y ofrecer esperanza a las personas afectadas. La prevención del suicidio es una cuestión que involucra al conjunto de la sociedad.
Ideas fuerza
- La evidencia científica señala que la conducta suicida supone un importante problema social y de salud pública en España que es prevenible.
- Se trata de uno de los problemas más desafiantes para el entendimiento humano y la explicación científica con interrelaciones a nivel personal, familiar, escolar, económico, laboral, social o sanitario, entre otros. Cualquier explicación simplista o unicausal es necesariamente reduccionista.
- Prevenir el suicidio supone aliviar el sufrimiento y mejorar la calidad de vida en todos los ámbitos. La evidencia señala que se trata de un fenómeno en el que convergen factores psicológicos, biológicos, sociales y culturales, por lo que su abordaje requiere un enfoque holístico y multisectorial, para poder poner el foco en la persona, su contexto y situación vital.
- La conducta suicida es compleja. Es un fenómeno poliédrico, dinámico, heterogéneo y multicausal, lo que dificulta identificar sus determinantes y predecirlo con precisión, añadiendo la necesidad de estrategias multinivel para su prevención
- El estigma social y los mitos existentes sobre la conducta suicida son una barrera para su prevención y amplifican el sufrimiento individual y de las personas allegadas, así como el duelo en caso de pérdida.
- La sensibilización y empatía social e institucional son esenciales. Hablar abiertamente del dolor, sin miedo ni juicios, acompañar, buscar y acceder a ayuda especializada y, especialmente, la formación en todos los ámbitos relacionados, pueden salvar vidas
- La comunidad experta identifica necesidades urgentes a nivel nacional en materia de prevención de la conducta suicida. Entre ellas, destacan la implementación de planes o estrategias específicas de corte nacional que coordinen y promuevan las acciones mediante una dotación de recursos propia y un enfoque integral, multisectorial y basado en la evidencia científica.
- La efectividad de la prevención depende de una buena evaluación inicial y posterior, que permita establecer objetivos específicos y verificar el grado de cumplimiento. Para ello, es clave mejorar la disponibilidad y sistemas de recolección de datos y evaluar empíricamente la implementación y los resultados de las intervenciones.
- El personal experto refleja la importancia de actuar de forma integral, incluyendo acciones de carácter universal, dirigidas al conjunto de la población; acciones selectivas, para grupos vulnerables, y acciones indicadas, para personas que muestran conducta suicida en cualquiera de sus formas.
- Aún se necesita más evidencia en torno a múltiples intervenciones para mejorar la prevención. Las más respaldadas son: restricción del acceso a medios letales, prevención universal en contextos escolares, acceso a tratamiento psicológico y farmacológico, y el cuidado y seguimiento continuo de las personas afectadas.
- La prevención del suicidio requiere la colaboración de los poderes públicos, expertos y sociedad civil, involucrando a todos los agentes y sectores más allá de la salud, como educación, economía, medios de comunicación, vivienda, Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado o igualdad, entre otros. Es importante que cada persona reflexione sobre cómo, desde su ámbito personal o profesional, puede reducir el dolor, fortalecer vínculos y ofrecer esperanza.
Personal experto, científico e investigador consultado*
- Al-Halabí, Susana. Profesora titular, Universidad de Oviedo, España.
- Ansean, Andoni. Presidente de la Fundación Española para la Prevención del Suicidio, España.
- Ayuso Mateos, Jose Luis. Catedrático, Universidad Autónoma de Madrid. Investigador Principal, Centro de Investigación Biomédica en Red de Salud Mental (CIBERSAM), España.
- Baca García, Enrique. Catedrático, Universidad Autónoma de Madrid. Jefe del departamento de psiquiatría, Hospital Fundación Jiménez Díaz. España.
- Beceiro Rico, Melania. Psicóloga clínica, Complejo Hospitalario Universitario de Ferrol, Instructora YAM con experiencia en centros educativos.
- Blanco, Cristina. Profesora titular, Universidad del País Vasco. Presidenta de la Asociación Vasca de Suicidología (AIDATU), España.
- Camacho, Idoia. Profesora titular, Universidad del País Vasco, España.
- Courtet, Philippe. Catedrático, Universidad de Montpellier. Jefe de Departamento, Hospital Universitario de Montpellier, Francia. Presidente de la Sección de Prevención del Suicidio de la Asociación Psiquiátrica Europea.
- de la Torre Luque, Alejandro. Profesor permanente laboral, Universidad Complutense de Madrid. Investigador CIBERSAM y coordinador, Plataforma Nacional para el Estudio y la Prevención del Suicidio.
- Fonseca-Pedrero, Eduardo. Catedrático de Psicología, Universidad de La Rioja. España.
- Gabilondo Cuellar, Andrea. Directora de la Red de Salud Mental Guipuzkoa. Osakidetza - Servicio Vasco de Salud.
- Goñi Sarriés, Adriana. Psicóloga clínica, Servicio Navarro de Salud-Osasunbidea. España.
- Hausmann-Stabile, Carolina. Directora, Salud de la Población (Mental health; Division of Systems Integration, Department of Behavioral Health and Intellectual disAbility Services). Ciudad de Filadelfia. EE. UU.
- Jiménez Pietropalo, Javier. Responsable del Equipo de Intervención Psicosocial de la Policía Nacional. Presidente de la Asociación de Investigación, Prevención e Intervención del Suicido y Familiares y Allegados en Duelo por Suicidio (RedAIPIS-FAeDS). España.
- Martínez-Alés García, Gonzálo. Psiquiatra y epidemiólogo, Escuela Icahn de Medicina en el Hospital Monte Sinai y Universidad de Harvard, EE. UU.
- Morell García, María Francisca. Psicóloga general sanitaria. Presidenta de Familiares y Amigos Supervivientes por Suicidio de las Islas Baleares.
- Navarro Gómez, Noelia. Profesora Ayudante Doctor, Universidad de Málaga. España.
- Oquendo, María. Catedrática, Universidad de Pensilvania. Presidenta de la Asociación Estadounidense de Psiquiatría. EE. UU.
- Perera Soler, Yaiza. Jefa de sección de El Mundo, periodista experta en comunicación sobre prevención de suicidio y coordinadora del proyecto Once Vidas.
- Saíz, Pilar Alejandra. Catedrática de Psiquiatría, Universidad de Oviedo. Investigadora Principal Grupo Universidad de Oviedo-CIBERSAM. Instituto de Investigación Sanitaria del Principado de Asturias (ISPA). Servicio de Salud del Principado de Asturias (SESPA). España.
- Triñanes, Yolanda. Técnica, Unidad de Asesoramiento Científico-Técnico (Avalia-t), Agencia Gallega de Conocimiento en Salud (ACIS). Investigadora, Universidad de Santiago de Compostela.
- Tubío Rey, Sergio. Bombero. Coordinador del Grupo de capacitación de intervención en tentativa suicida del cuerpo de Bomberos del Ayuntamiento de Madrid.
- Vallejo Sánchez, Beatriz. Doctora en Psicología, Equipo de Coordinación Regional de Salud Mental, Servicio de Salud de Castilla La Mancha.
Método de elaboración
Los Informes C son documentos sobre los temas seleccionados por la Mesa del Congreso que contextualizan y resumen la evidencia científica disponible para el tema de análisis. Además, recogen las áreas de consenso, disenso, las incógnitas y los debates en curso. Su proceso de elaboración se fundamenta en una exhaustiva revisión bibliográfica que se complementa con entrevistas individuales y metodologías de consulta participativa basadas en el diálogo estructurado con el personal experto. El informe es revisado posteriormente por el personal experto consultado. La Oficina C colabora con la Dirección de Documentación, Biblioteca y Archivo del Congreso de los Diputados en este proceso.
Para la redacción del presente informe, la Oficina C ha referenciado 551 documentos y consultado a un total de 23 personas expertas en la materia. Se trata de un grupo multidisciplinar en el que el 56 % pertenece a las ciencias sociales (psicología, sociología, ciencias de la comunicación, trabajo social
y educación), el 35 % pertenece a las ciencias de la vida (medicina -psiquiatría y epidemiología- y neurobiología) y el 9 % a otros sectores (cuerpos de policía y bomberos). El 78 % trabaja en centros o instituciones españolas mientras que el 22 % lo hace al menos en una institución extranjera.
La Oficina C es la responsable del contenido del informe y actúa como supervisora editorial del mismo.
Cómo citar
Oficina de Ciencia y Tecnología del Congreso de los Diputados (Oficina C). Informe C. Prevención activa del suicidio. (2024) www.doi.org/10.57952/sy3a-8f56